Están locos
En el avión, a mi lado, iba un sujeto joven con traje azul, corbata amarilla, mandíbula cuadrada y un teléfono móvil a través del que daba órdenes compulsivamente. Eran las ocho de la mañana y antes de que el aparato despegara había sacado de la cama a medio Madrid. No contento con eso, una vez que alcanzamos la altura de crucero comenzó a despertar a Barcelona, adonde nos dirigíamos. Cuando la azafata nos ofreció un café, yo ya estaba hecho polvo, a pesar de haber tomado un Pharmaton Complex antes de ir al aeropuerto. Él, sin embargo, continuaba despertando gente con un entusiasmo que resultaba aterrador.
A las ocho y media, telefoneó a casa y preguntó si su hijo seguía con fiebre. Debieron decirle que sí porque ordenó que le pusieran al pequeño un supositorio y a él un fax (no aclaró si por el mismo sitio) con las instrucciones del médico. Después de esta llamada se quedó mustio y dejó de telefonear. De todos modos permaneció con el aparato en la mano derecha, cerca de las ingles, manoseándolo con el gesto distraído con el que los niños se tocan el sexo recién descubierto. En esto, se dio cuenta de que le miraba y se puso rojo, como si le hubiera sorprendido haciendo algo feo. Me concentré en el periódico, para disimular.
Cuando llegamos a Barcelona y se vio en los pasillos de la terminal volvió a excitarse con la visión de las instalaciones aeroportuarias y recuperó la rigidez vertebral anterior. Antes de alcanzar la salida había realizado tres llamadas amenazadoras comunicando que acababa de aterrizar y que se dirigía al lugar de la reunión. Por mi parte, no llegué a pisar la calle: tomé el primer avión de vuelta y regresé al lado de un ejecutivo catalán que se disponía a conquistar Madrid con un móvil oscuro colocado entre las ingles, a modo de sexo inalámbrico. Cuando llegué a casa, me metí en la cama con una novela y hasta hoy. Están todos locos.
de Juan José Millás
4 comentarios
lucia -
amélie mcbeal -
Muy bueno.
Brisa -
:) Besos
dd -
(los locos lo sabemos)
bueno millás, siempre bueno!
(besos)